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Cuatro ocasiones en las que te has encontrado de cara al machismo, y ni te has dado cuenta

María Sánchez LozoyaMaría Sánchez Lozoya - 08 de Marzo, 2022
Cuatro ocasiones en las que te has encontrado de cara al machismo, y ni te has dado cuenta

Los comportamientos machistas y misóginos están tan integrados en nuestro modelo social que es imposible que no te hayas cruzado con alguno de ellos alguna que otra vez en tu día a día, y lo más curioso de todo, es que ni te habrás enterado. ¡Pero no eres la única! Ni mucho menos eres menos feminista por no percatarte de esas pequeñas cosas, o no tan pequeñas, que nos recuerdan que actualmente seguimos viviendo en un sistema patriarcal en el que aun nos siguen denegando un sitio digno. 

Lo cierto es que entre todas nos podemos ayudar a no pasar por alto estos gestos que, durante décadas, se han convertido en parte de nuestra cotidianidad y que no deberían serlo. Aquí tienes cuatro ejemplos, ¡ya nos dirás si te sientes identificada!:

 

1. El mansplaining, o en español: cómo algunos hombres fingen que están hablando con una niña y no con una mujer.

Da igual la edad que tengas: 15, 20, 35, 40…o 90. Lo cierto es que a lo largo de nuestras vidas nos vamos a encontrar con uno o varios hombres que sientan la necesidad de explicarnos cualquier cosa que vayamos a hacer o decir, da igual tu nivel de formación en el tema, y no importa si has pedido una opinión o explicación.  

Este concepto se hace famoso cuando la escritora Rebeca Solnit saca en 2008 su ensayo: Los hombres me explican cosas. La idea de este ensayo nace en una fiesta, cuando la escritora es preguntada por un hombre sobre qué temas le gusta escribir y antes de que Solnit terminara la frase de respuesta, este señor empezó a explicarle en el tono más paternalista posible el contenido de un libro que había leído hace poco, sin darle la oportunidad a la escritora de decirle  que ese mismo libro lo conocía muy bien, porque había sido sido ella quien lo había escrito.

Guila Sosman, psicóloga y clínica forense especializada en temas de género en la Universidad Diego Portales de Chile, habla sobre esto: “Se trata de no escuchar, no validar sus opiniones, explicar nuevamente lo que ya han dicho o interrumpir para mostrar superioridad intelectual. Este tipo de prácticas perpetúa las dinámicas de violencia de género en las que no se deja expresar libremente a las mujeres y finalmente se las silencia”.  Señalando además que esta práctica es mucho más frecuente en los ámbitos laborales y académicos porque históricamente, han sido ámbitos dominados por hombres.

 

2. El manspreading, suena muy similar a la anterior, pero solo tienen en común el componente misógino que los hace estar en esta lista. 

manspreading, chico en el metro Ejemplo de 'manspreading', en el metro.

Este término se puso en el mapa en 2015, cuando fue incluido en el diccionario Oxford tras lo famoso que se hizo gracias a un blog de noticias en Nueva York. Este portal, dedicó un artículo a aquellos hombres que se tomaban la libertad en el transporte público de desparramarse sin importar la comodidad de las personas que lo rodeaban, o si estaban ocupando más espacio del necesario. Así que no, no es casualidad encontrarte de forma sistemática en el bus, metro o tranvía a un señor diferente todos los días tomándose un poco más del espacio que necesita, obligando a los  demás a encogerse y a privarse de su propio bienestar en un espacio público. 

De este fenómeno se hizo eco hasta la Empresa Municipal de Transportes de Madrid, que en 2017 colocó un cartel en sus servicios de transporte protagonizado por una figura masculina adoptando esta misma postura con un símbolo que señalaba prohibición. Esto incluso llegó a otras ciudades como Nueva York, donde en 2014 se colocaron mensajes en el metro donde se podía leer: “Dude…stop the spread, please” (amigo…para de abrir las piernas, por favor)

Es más, no han sido pocos los profesionales que se han percatado de esta tendencia. Un estudio realizado en Hunter College, universidad de Nueva York, señalaba que al menos hay un caso de manspreading por vagón en el metro de esta misma ciudad, y además entre los  5000 pasajeros objeto de la investigación, un 26% del total de los hombres llevaban a cabo esta práctica, porcentaje que cae al 5% en mujeres. De hecho ya en los años setenta, la fotógrafa Marianne Wex, quien estaba bastante cansada de ver esto en el transporte público documentó todas las veces que veces que veía este fenómeno, y dió como resultado el libro: Let’s Take Back Our Space: Female and Male Language as a Result of Patriarchal Structures (Recuperemos nuestro espacio: El lenguaje masculino y femenino como resultado de la estructura patriarcal).

 

3. El acoso callejero. Sí, la palabra es acoso, no son ni piropos ni halagos.

Mujeres caminando calle

1 de cada 3 mujeres en España ha sufrido acoso callejero tras la pandemia. Y si no lo has sufrido desde entonces lo más probable es que lo hayas experimentado en algún momento de tu vida, concretamente el 82% de las mujeres de nuestro país pueden confirmarlo. Te ha podido pasar en cualquier momento del día sin importar lo que llevases: al salir del trabajo, en el transporte público, de camino a la universidad o al ir a comprar el pan. El caso es que parece que da igual los avances sociales que llevemos a cabo en conjunto, parece que siempre cabe la posibilidad de encontrarte a un señor a la vuelta de la esquina para que te su opinión sobre tu físico sin pedirla, y encima de todo te haga sentir mal por ello. 

Pero lo más preocupante de todo, es lo normalizada que está actualmente esta práctica basada en la objetificación e hipersexualización de la figura femenina. Y es que, tal y como relata el informe “Safer cities for girls” (ciudades más seguras para las chicas) un 90% de las mujeres que sufren este mal no reciben ningún tipo de ayuda de parte de los testigos, porque para la mayoría de las personas es “una tontería”, un “no se de que se queja si encima de todo le han dicho un piropo”, o la famosa frase conocida por todos: “es una exagerada”

El origen de esto, como del machismo en sí, es la falta de educación en el tema. Esto conlleva que el 53% de las personas opinen que las mujeres que son víctimas del acoso callejero se lo han buscado a través de llevar ciertas vestimentas o tener cierta actitud. Además, un 86% reconoce que realmente no saben cómo reaccionar a este tipo de situaciones porque hay un vacío educacional que no nos enseña cómo afrontarlo, simplemente finge que no existe. Lo más curioso de todo es que de ese 86%, solo un 33% afirma que intervendría si supiese como hacerlo.

 

4. Falta de sororidad, basta de pensar que somos nuestras peores enemigas.

En el imaginario colectivo existe la idea de que las mujeres solemos competir entre nosotras, incluso a veces rozando la crueldad, “porque simplemente somos así” o “porque las mujeres son muy complicadas”. Pero no es así, el hecho de que no puedas evitar  comparar tu cuerpo con el de otras mujeres, derivando en un sentimiento de envidia en la mayoría de ocasiones, o tengas una automática sensación de rivalidad cuando contratan a una nueva empleada muy inteligente en tu oficina, no es casualidad. 

Son mecanismos del patriarcado para generar divisiones innecesarias entre nosotras. 'Divide y vencerás' se suele decir, y es lo que lleva haciendo nuestro sistema educativo y social durante décadas para que no nos sea nada sencillo hacer tambalear los cimientos de un engranaje que todavía no nos da nuestro lugar. De hecho, es bastante irónico darte cuenta de la manera en la que nuestro entorno consigue que juzguemos a otras mujeres cuando sufren o pasan por cosas que sufrimos la mayoría.

Frente a todo esto, se encuentra el término aceptado por la RAE en 2018 debido a su popularidad: sororidad. Definida por esta institución lingüística como “la relación de solidaridad entre dos mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento” , y es que es eso, ni más ni menos. No se trata como dicen algunos, de defendernos unas a otras por el mero hecho de ser mujeres, trata sobre tendernos la mano cuando haga falta sin juzgar bajo ningún tipo de prejuicio social impuesto. La unión hace la fuerza. 

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