Es incuestionable el atractivo turístico y cultural que para Sevilla, Madrid o Córdoba, ciudades españolas turísticamente bien explotadas, tienen las casas-palacio visitables. Se trata de una oferta en la que se entremezcla la posibilidad de descubrir la historia de la familia que lo habita o habitó, y al mismo tiempo, de una importante parte de la ciudad. Añadido a esto, la visita aporta el descubrimiento y disfrute de inmuebles de notable valor arquitectónico y artístico, generalmente vestidos por un patrimonio mueble de primer nivel: muebles, pinturas, imaginería, artes figurativas, etc, que permiten entender los modos de vida de otras épocas.
El ejemplo más paradigmático de este tipo de oferta turísitica en España es, sin duda, la ciudad de Sevilla. Allí se encuentra plenamente establecido el circuito que recorre los principales palacetes urbanos, los cuales ofrecen esa mezcla de historia, arquitectura y arte, tan interesante y llamativa para los visitantes. La Casa de Pilatos, la Casa Salinas, el Palacio de la Condesa de Lebrija, o el de las Dueñas, son algunos de los ejemplos de este tipo de viviendas señoriales sevillanas que se explotan turísticamente, y que reciben al año miles de visitantes, con la consecuente rentabilidad turística que eso supone.
Patio interior del palacio de Guevara, situado en la ciudad de Lorca, una de las principales casonas nobles visitables a día de hoy en la Región de Murcia. Imagen extraída de https://www.regmurcia.com/
Afortunadamente, en la Región de Murcia también podemos encontrar destacables ejemplos de antiguas residencias nobles que hoy son visitables: el palacio de Guevara, en la ciudad de Lorca, de cuyo interior destaca el bellísimo claustro ajardinado con arquerías de columnas, y diversas salas decoradas con mobiliario y decoraciones del siglo XVIII.
Otro ejemplo destacable es el palacio de los Condes de Arriba, en Cehegín, construido entre los siglos XVIII y XIX, en el cual, a pesar de que aún pertecene a la familia, se permite la visita de las estancias principales y de un impresionante museo de carruajes y trajes.
Al fondo, la casa-palacio Montemar, situada en la calle Escultor Nicolás Salzillo, la cual toma el nombre del título, condes de Montemar, que ostenta la familia Pascual de Riquelme, propietarios de la misma.
Situada en la calle Escultor Nicolás Salzillo, número 5, de la ciudad de Murcia, y frente a los populares ‘Soportales’ de la catedral, se encuentra la conocida como casa-palacio Montemar. Durante el floreciente siglo XVIII, Murcia será testigo de un avance sin precedentes, protagonizando un gran desarrollo urbanístico y arquitectónico ligado a esa pujanza económica. La familias nobles construirán sus opulentas residencias en el entorno del casco histórico, pudiendo llegar a contar Murcia con más de cien de estos palacios, de los que hoy en pie apenas quedan unos quince.
De todas aquellas residencias de la nobleza que plagaron la vieja ciudad barroca, el palacio Montemar es la única que conserva hoy su interior como vivienda de familia linajuda, estando el resto de ellos destinados a otros usos públicos o privados, sin haber respetado ni la arquitectura original, que generalmente se ciñe a la fachada principal y el escudo, ni el uso para el que fueron creados.
Escudo heráldico de los Pascual de Riquelme sobre el portón principal de acceso al palacete.
El Montemar es propiedad de la familia Pascual de Riquelme, con la que se corresponde el bellísimo escudo heráldico situado sobre la puerta de entrada, descendientes directos del insigne escultor Francisco Salzillo.
La casa-palacio está hoy habitada por doña Maria del Carmen Pascual de Riquelme y Echevarría, nacida en 1927, quien es la tía paterna del actual conde de Montemar: Ildefonso Pascual del Riquelme Campderá.
De su arquitectura exterior, es destacable su sencilla fachada de disposición asimétrica, con protagonismo de la balconera situada en el lado izquierdo de la misma.
Planta baja con gran portón de acceso principal, sobre el que se dispone el escudo heráldico de los Pascual de Riquelme, un bello ejemplo de finales del siglo XIX en buen estado de conservación. Planta noble en la que sobresale la mencionada balconera, y una serie de balcones de menor presencia, destacando las grandes ménsulas de forja que los sustentan. Planta segunda con huecos de menor tamaño y cubierta planta transitable.
Del interior, cabría destacar, de su planta baja: la sala de caballerizas con bello artesonado de madera, y la impresionante escalera de mármol blanco. De la planta noble: el salón principal de estilo isabelino, de ricos dorados, donde la familia celebra los eventos principales. Junto a esa sala, encontramos otra de menor entidad, donde la atención total del espacio queda recogida en una pequeña vitrina del siglo XIX en la que se cobija una bellísima y desconocida ‘Virgen de la Piedad’ de Francisco Salzillo (h.1740). Otra de las salas de esta planta, de estilo versallesco, es similar en imagen al Salón de Baile del Real Casino de Murcia.
‘Virgen de la Piedad’, Francisco Salzillo (h.1740), realizada en barro cocido, con un modelado totalmente italiano. Esta imagen fue catalogada y fotografiada por el equipo de salvación del patrimonio durante la Guerra Civil. Imagen extraída de https://archivogeneral.carm.es/
Otro elemento fundamental de la arquitectura interior es la pequeña capilla, presidida por un riquísimo y desconocido armario a modo de retablo totalmente policromado, del siglo XVIII, y con motivos alusivos a la Virgen, en el interior del cual sobresale una talla de la Dolorosa, realizada por el escultor Sánchez Lozano siguiendo al milímetro el modelo creado por Salzillo para la Cofradía de Jesús. La segunda planta es la que más reformas ha conocido, conservando las techumbres y solados, y siendo sus salas usadas para la vida cotidiana actual de sus propietarios.
En definitiva, un bello y desconocido inmueble lleno de posibilidades para la ciudad de Murcia como espacio museístico. Resulta necesario por lo tanto, visto el historial de dispersión de los patrimonios de este tipo que las herencias han supuesto a lo largo de la Historia, que este bien de incalculable valor pueda, por su singularidad, ser admirado por todos los murcianos, poniendo remedio a la probable disgregación futura del arte mueble que se encuentra en su interior.
La apuesta decidida por la creación de una casa-palacio visitable, compatible con la residencia de sus legítimos dueños, supondría la oportunidad perfecta para que permanezcan unidas las numerosas piezas de gran valor relacionadas con la edificación original, además de un impulso para rehabilitar el último de los edificios de la arquitectura señorial murciana que mantiene intacto su interior. De este modo, la ciudad de Murcia podría incorporarse a la apuesta que otras ciudades españolas han hecho por buscar señas de identificación apoyadas en reclamos culturales, como son las casas-palacio, con nivel y capacidad de atracción de alcance nacional.
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