En mi artículo del pasado enero de 2022: ‘Murcia, la ciudad conventual’ (https://www.murcianoticias.es/espana/murcia-la-ciudad-conventual/), os hablé de la importancia histórica y la valiosa huella patrimonial que las diferentes órdenes religiosas dejaron en Murcia, desde su implantación a partir del siglo XIII y hasta su progresiva desaparición o migración del casco urbano, hacia las afueras o la Huerta, a partir del segundo tercio del siglo XIX.
De aquel excelso pasado artístico y patrimonial quedan hoy, aún habitadas por religiosas, las arquitecturas originales de tres de los dieciocho monasterios que salpicaron el entramado urbano de la ciudad: Santa Clara la Real, Santa Ana y las Agustinas son el reducto de aquella vieja ciudad conventual entregada a la pobreza, la obediencia y la castidad.
Dos de estas comunidades, las clarisas de Santa Clara la Real y las dominicas de Santa Ana, gozan de una estupenda salud, contando con un número aceptable de hermanas que residen hoy en sus vetustos monasterios. No corre la misma suerte, sin embargo, el monasterio de las Agustinas, en el que apenas restan cuatro religiosas de avanzada edad.
A comienzos del siglo XVII, cuatro monjas Agustinas Descalzas, procedentes del monasterio del Corpus Christi de Almansa, llegaron a Murcia: la Madre Mariana de San Simeón, como priora; Paula de San Antonio, en calidad de tornera; Ana de San Jacinto, sacristana; y Ángela de San Miguel, como maestra de novicias. La madre Mariana de San Simeón, priora del albaceteño, había tomado contacto con la influyente familia Fajardo, quienes tenían intención de que dos de sus hijas, Juana y Luisa, sirvieran a Dios fundando un clausura a tal efecto. El 14 de enero de 1616 se había conseguido la Real licencia de fundación del convento murciano del Corpus Christi, que pasará a ser popularmente conocido como ‘las Agustinas’.
En marzo de ese mismo año, desde la parroquia de San Bartolomé, se organizó la procesión de traslado del Santísimo Sacramento hasta la pequeña ermita de San Ginés, en el actual barrio de San Antolín, junto a la cual comenzaron su clausura en una pequeña casa cedida por los Fajardo. El desfile fue solemne pero muy popular entre los murcianos, quienes abarrotaron las calles para dar la bienvenida a la nueva comunidad.
A las cuatro fundadoras pronto se les sumarían cuatro postulantes que comenzaban su noviciado: doña Luisa Fajardo, que pasó a llamarse Luisa de la Cruz; su hermana doña Juana, exclaustrada de ‘las Isabelas’, que pasaría a llamarse Juana del Santísimo Sacramento; doña Luisa de Santa Cruz, llamada Luisa de Jesús; y, por último, Polonia de San Juan Evangelista.
Las Agustinas se mudaron pocos meses después a las inmediaciones de la puerta de Castilla, a unas nuevas casas adquiridas en la calle Santa Cecilia, muy cerca de la calle de la Acequia (actual Acisclo Díaz), lugar donde hoy se levanta su monasterio. Este emplazamiento era conocido como la plaza del Agua, pues era aquí donde los aguadores venían a surtirse de la acequia Mayor Aljufía. Las monjas utilizaron las aguas de la Mayor Aljufía y las de ‘su hija’, la Caravija, para el riego de su huerto monacal.
El del Corpus Christi fue el primer convento femenino fundado en Murcia tras el importante Concilio de Trento, convirtiéndose tras numerosas donaciones, dotes y rentas, bien gestionadas por la comunidad, en uno de los más ricos en cuanto a lo que patrimonio se refiere. Así, las Agustinas se especializaron en el trabajo de la seda, alcanzado gran fama sus bordados en oro y plata. Además, fueron las propietarias del molino del Amor de Dios, situado sobre la acequia Mayor Aljufía en La Albatalía, donde se molía la harina utilizada para elaborar el pan ácimo de la Catedral de Santa María.
Las precarias condiciones del inmueble original, azotado por los devastadores sismos y riadas del siglo XVII, sumadas a la necesidad de ampliación por el gran aumento de vocaciones, dada la popularidad de esta comunidad en la ciudad, hicieron necesario emprender la construcción de una nueva edificación en condiciones, iniciada en el siglo XVIII. En 1729 se inauguró la nueva iglesia conventual, y poco después se remató la clausura. Fue durante este siglo cuando el convento se hizo con gran parte del patrimonio escultórico, pictórico y retablístico del que dispone en la actualidad.
Declarado Bien de Interés Cultural desde el año 1981, el convento y la iglesia de las Agustinas ocupan una superficie total de 7.693 metros cuadrados, siendo el segundo inmueble conventual más grande de Murcia, solo superado en tamaño por el de los Jerónimos de Guadalupe. Su estructura en planta es la típica de los conjuntos conventuales, cuyas estancias están distribuidas en torno a un claustro principal, a un segundo patio, y a un huerto monacal de considerables dimensiones.
El estilo de la edificación es el Barroco, destacando sobremanera su preciosa iglesia. El conjunto arquitectónico formado por la clausura, la iglesia y el huerto monacal, a pesar de los cambios de uso efectuados a lo largo de su historia, presenta la misma planta general del siglo XVIII, contando con los elementos estructurales que la configuraban entonces, a pesar de algunas intervenciones, como la apertura de huecos en la calle San Andrés o las alteraciones en divisiones interiores, que por suerte, no han conseguido desvirtuar su valor de conjunto.
Lamentablemente, su glorioso pasado se agotó, y en el gran monasterio agustino viven hoy apenas cuatro hermanas. Ante la imposibiliad de mantener las instalaciones, es inminente el traslado de esta comunidad desde Murcia hasta Valencia, lo que conllevará el cierre del edificio. La revista Vida Nueva publicaba en 2015 un informe que revelaba que en España se cerraba un convento al mes, y que dos tercios de los 800 monasterios existentes en el país en ese momento, estaban en una situación que podría abocar a su cierre.
Es indiscutible que en la sociedad civil actual, la Religión ha quedado en un segundo plano, viéndose forzada a renegociar su papel y su posición, sin que nada pueda evitar, en cualquier caso, el progresivo desplazamiento del hecho religioso hacia la periferia de nuestras preocupaciones como sociedad. Este hecho se traduce, entre otras cosas, en la progresiva disminución de ingresos en los espacios conventuales, y el consecuente cierre de los mismos.
Este fenómeno conlleva un peligro: el cierre de conventos ha conducido, en muchos casos, al desfalco, la disgregación e incluso a la desaparición de gran parte del patrimonio mueble asociado a ellos. El último caso sonado, a finales del año 2019, fue el de las Clarisas del convento Real de la Encarnación, en Mula, cuyas dos últimas hermanas fueron requeridas por la Dirección General de Bienes Culturales por trasladar las piezas del convento sin previo aviso ni información a la Comunidad Autónoma para moverlas a la Comunidad Valenciana, con la consecuente pérdida que eso supondría para el pueblo muleño, y para la Región de Murcia.
Es muy común, en la búsqueda de una segunda vida para estos inmuebles, la puesta en valor y ‘renacimiento’ de las arquitecturas que un día fueron espacios religiosos (antiguos conventos, iglesias o capillas desacralizadas, etc), y que hoy se abren al público como espacios expositivos y museísticos, educativos o incluso hoteleros, dándose diversos ejemplos en nuestro entorno más cercano.
El mejor ejemplo en la ciudad de Murcia es la espléndida Sala Verónicas, que formó parte del desaparecido convento de Santa Verónica, que es hoy una de las más bellas salas para exposiciones de Arte Contemporáneo del país. Más allá de las fronteras de la Región, destaca el Museo de Menorca, en Mahón, ubicado sobre el antiguo convento de Jesús de los monjes Franciscanos de esa ciudad; o el Parador Nacional de León, situado sobre el antiguo convento de San Marcos de la capital leonesa. Los ejemplos son muy numerosos, y los resultados, remitiéndose a las pruebas, muy notorios.
Por lo tanto, el cierre del inmueble que ocupan las Agustinas en Murcia da pie a soñar con un hipotético uso cultural para el futuro del complejo, una vez probado el interés que, turística y culturalmente, tienen las colecciones permanentes y las exposiciones temporales de Arte Sacro para acercar a la ciudadanía el incalculable patrimonio, tanto mueble como inmueble, que la Iglesia atesora como gran mecenas de las Artes. Este interés se ha traducido en el éxito de las importantes exposiciones que, en este sentido, se han realizado en España en general, y en la Región de Murcia en particular, con gran asistencia de público.
Como el ejemplo más paradigmático de esta importancia, destacan tres exposiciones llevadas a cabo en la Región de Murcia durante la primera década del siglo XXI. La fundación Cajamurcia, a través del Proyecto Huellas, puso en valor una parte importante de este patrimonio histórico y artístico mediante la organización de tres grandes exposiciones temporales: Huellas (2002), que recogió la presencia del cristianismo en la Región de Murcia desde el inicio de la evangelización hasta mediados del siglo XIX; La Ciudad en lo Alto (2003), que rememoró la historia de Caravaca de la Cruz; y Salzillo, testigo de un siglo (2007), que homenajeó al insigne escultor con motivo del tercer centenario de su nacimiento.
En cuanto a espacios expositivos que cuentan con una colección de Arte Sacro destacable en la ciudad de Murcia, cabe mencionar el Museo Salzillo, el Museo de Santa Clara, y el Museo de la Catedral de Murcia. En 2019, el Museo Salzillo se consolidaba como uno de los museos más visitados de la Región de Murcia. Por su parte, Santa Clara aumenta cada año sus visitas, situándose en un destacado lugar dentro del turismo local. La Catedral de Murcia, por su parte, es junto al Teatro Romano de Cartagena, uno de los monumentos más visitados de la Región, hecho que pone en evidencia el interés turístico que tienen los espacios religiosos y el patrimonio mueble que acumulan.
La propuesta de uso futuro para las Agustinas consistiría en su recuperación y acondicionamiento museístico, dirigido a explotar dos atractivas vías posibles, integradas en un programa único y espacialmente relacionado:
Por un lado, un centro de interpretación de las órdenes religiosas, y su relación con la ciudad a lo largo de la Historia. Un recorrido expositivo en el que se analizaran y dieran a conocer los dieciocho conventos que tuvo la ciudad, y que el visitante no puede conocer hoy, puesto que ya no están, al menos en su totalidad. Un recorrido a través de fotografías antiguas, maquetas, planos, material audiovisual, reconstrucciones de modos de vida, explicación de la vida monacal, etc. El propio “contenedor” expositivo, el convento, sería el elemento fundamental de esta parte de la exposición, ya que el visitante podría recorrer y conocer uno de los más importantes ejemplos de clausura murciana.
Por otro lado, un museo de Arte Sacro. Esta sería una oportunidad perfecta para conseguir reunir, en un mismo espacio expositivo, una parte significativa del patrimonio mueble que, creado en su día para los desaparecidos conventos, se encuentra hoy disgregado por distintas clausuras, iglesias, ermitas, colecciones privadas, etc. La colección debería, además de contar con los bienes muebles de las Agustinas, también con las aportaciones de otros monasterios.
Por ende, las administraciones que gestionan la Cultura se encuentran ante una coyuntura de oro: la creación de un centro de interpretación de las ordenes religiosas, que fuera a la vez gran museo de Arte Sacro dentro del monasterio de las Agustinas. Un fuerte reclamo turístico, y una oportunidad perfecta para localizar, inventariar y reunir las numerosas piezas de gran valor artístico relacionadas con el pasado conventual de la ciudad de Murcia, abriendo al público uno de sus principales edificios barrocos.
Para que esta propuesta sea viable, es necesaria la apuesta decidida de todos los agentes implicados: el Ayuntamiento de Murcia debería tomar el papel fundamental de iniciativa, liderazgo e impulso en esta empresa, planteando el proyecto y mediando para conseguir la imprescindible participación del Obispado de Cartagena, propietario de la edificación y de sus muebles; de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, competente en Patrimonio Cultural; del Estado; y de otros agentes privados tales como empresas, fundaciones, asociaciones o particulares interesados.
Es justo que este emblemático edificio tenga una segunda vida, repercutiendo favorablemente, además, en el turismo y la economía local del municipio. De este modo, la ciudad de Murcia podría incorporarse a la apuesta que otras ciudades españolas, como Málaga o Bilbao, han hecho por buscar señas de identificación apoyadas en reclamos culturales, con nivel y capacidad de atracción de alcance nacional.
Bibliografía:
https://monjasagustinasmurcia.com/historia
https://es.wikipedia.org/wiki/Convento_de_las_Agustinas_del_Corpus_Christi
https://murciacultura.es/es/infraestructuras/molino-del-amor
21 de Junio, 2023
El alcalde de Murcia, José Ballesta, ha visitado este miércoles las obras de restauración y conservación que han arrancado en el recinto inferior del Castillejo de Montea...20 de Junio, 2023
El estado del pecio fenicio 'Mazarrón 2', sumergido en aguas del Puerto de Mazarrón, en la costa de la Región de Murcia, es "satisfactorio" a pesar del alto grado de fragm...18 de Junio, 2023
El 29 de mayo de 2023, la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad Autónoma ha dictado una contundente resolución en la que se obliga a la Diócesis de Cartagena y al Ayuntamiento a...16 de Junio, 2023
El proyecto 'Almoloya-Bastida: poder, género y parentesco en una civilización olvidada de la Edad del Bronce', que investiga la cultura del Argar en el yacimiento ubicado en Totana, ha recibido el I...24 de Mayo, 2023
El Consejo de Gobierno tiene previsto autorizar este jueves, a propuesta de la Consejería de Presidencia, Turismo, Cultura, Juventud, Deportes y Portavocía, un convenio con...