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miércoles, febrero 12, 2025

Un psicólogo nos explica una manera muy sencilla de enseñar a los niños a lidiar con sus molestias.

Un psicólogo nos explica una manera muy sencilla de enseñar a los niños a lidiar con sus molestias.

Uno de los momentos más delicados para un padre está representado por las fotos de la ira de su hijo: en esas situaciones, de hecho, la situación puede degenerar fácilmente, con escenas, llantos y llantos que aumentan lentamente en intensidad, si no se interviene a tiempo y correctamente.

La psicóloga Marina Martin ha ideado una forma de ayudar al niño a lidiar con su ira de una manera positiva: se llama «la caja de la ira».

Este método se inspira en el cuento de Mireille d’Allancé «¡Qué rabia!»: el protagonista, un niño llamado Roberto, después de un mal día, la noche «estalla» y de su cuerpo sale un monstruo que empieza a destruir todo lo que encuentra en la casa. El niño, viendo el caos generado por el monstruo, decide arreglar todo lo que puede; y a medida que arregla la habitación, su enojo disminuye, mientras que su comprensión del daño causado por «su» monstruo aumenta; así, finalmente, haciéndose pequeño, la enojo se las arregla para quedarse en una caja.

Roberto ha logrado convertir su enojo en algo positivo: no sólo se da cuenta del daño causado por su enojo, sino que también sabe cómo lidiar con él y combatirlo.

El psicólogo Martin explica que «cada vez que el niño se enoja, debe dibujarlo en un pedazo de papel, para que pueda salir de él. Puede garabatear todo lo que quiera hasta que se relaje. Así que centrará su ira en el monstruo que le ha molestado. Al final, puedes arrugar el dibujo y ponerlo en una caja.

Este método tiene varios aspectos positivos: es una actividad no invasiva, que no tiene como objetivo controlar el comportamiento del niño, sino ayudarle a recuperar la calma, un estado que le permite participar, pensar y sentir empatía con las personas que le rodean.

Al activar el pensamiento racional, puede mitigar la intensidad de las emociones que lo han perturbado, controlando la respuesta y facilitando la interacción de los padres con él también. A largo plazo, esta práctica refuerza las conexiones cerebrales entre las partes pensantes y reactivas, nos permite entender que las emociones son temporales y que pueden ser manejadas, incluso con la ayuda de los padres: de esta manera se sentirán más seguros.

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