MurciaNoticias, de la mano de Fermín Meseguer Mateos, traen durante el mes de agosto una propuesta refrescante de entrevistas de verano. Profesionales de distintas áreas murcianos, o que pasan sus vacaciones en nuestro litoral, hablarán de sus vacaciones de la infancia y de ahora, tradiciones, lugares de referencia y planes de verano de ayer y de hoy.
Existe un momento igual de placentero que estar de vacaciones: el día antes de comenzarlas. Las dos fotos que ilustran esta entrevista reflejan la personalidad sorprendente e innovadora de nuestro protagonista de hoy, ya que ambas muestran el dia antes de empezar las suyas: una, tomada en el año 1968 en Huelva, en su colegio, y la otra, en su lugar de trabajo. Prepárense a vivir una extraordinaria experiencia para la imaginación y los sentidos, condimentada con un toque de humor, diría inglés, de la mano de un ser humano con una empatía hacia sus pacientes y familiares de éstos encomiable (doy fe) y agradecido a todos aquellos que influyeron en su educación. Un cardiólogo de bandera con quien tenemos la inmensa fortuna de contar —junto a su equipo— en el Servicio Murciano de Salud.
Doctor, permítame tutearle: ¿dónde pasabas tus veranos de infancia?
Debido al trabajo de mi padre, que era transportista, estuvimos desde pequeños en Extremadura, en un pueblo llamado Carcaboso. Posteriormente en Trigueros (Huelva) y finalmente en Mallorca, en Santa María del Camí. De Huelva recuerdo las enormes playas de arena, pinos, las playas de Mazagón, Isla Canela, Isla Cristina, donde, con ese mar tan fuerte, necesitábamos grandes flotadores hechos con cámaras de neumáticos. Recuerdo al llegar a casa, el olor del after sun que nos ponía nuestra madre Ascensión para aliviar las quemaduras. De Mallorca recuerdo las noches mirando al cielo acostados en un colchón viendo las estrellas en la terraza con nuestro padre Francisco y las tardes de buceo en las transparentes calas de la isla, donde cogíamos con las manos pulpos y sepias, que luego regalábamos a los vecinos de la calle para que hicieran el arroz de pop (arroz con pulpo). Caíamos rendidos en la cama.
Comida o alimento estival que recuerdas con más nostalgia.
Si tuviera que elegir solo una comida de aquella época, no podría. Me quedaría sin duda con la tortilla de patatas que aromatizaba toda la casa la noche anterior, pero no podría dejar de lado a sus dos compañeros de viaje dentro de la cesta de mimbre: el gazpacho bien frío y la ensaladilla rusa. Estos tres formaban un auténtico Podio Olímpico, para que el sentido del gusto fuera el triunfador. Y sin duda lograban las medallas de oro, plata y bronce culinarios.
Sabor de helado favorito.
El sabor del helado de turrón era el que más me gustaba, aunque había otro que lo llamaban mantecado. Han pasado los años y aún no tengo claro cuál de los dos es mi favorito.
¿A qué jugabas?
Todas las tardes, al salir de clase, porque teníamos un repaso de matemáticas y oraciones en el colegio, cogíamos la bicicleta en Santa María del Camí (Mallorca) y nos íbamos a un torrente cercano. En Mallorca no hay ríos, y los llaman torrentes. Había un bosque de pinos. Cogíamos renacuajos, peces y también hacíamos cabañas en los algarrobos. Posteriormente, cuando no teníamos una pelota a mano, cogíamos un montón de bolsas con las que hacíamos una pelota y jugábamos al fútbol en un campo cercano. Luego nos íbamos debajo de los almendros a coger el fruto de las almendras verdes, llamado almendrones, y merendábamos antes de volver al pueblo.
¿Qué llevabas o comprabas en el cine de verano?
Ir al cine de verano era uno de los divertimentos más selectos que teníamos entonces. Recuerdo dos cosas imprescindibles: en primer lugar una almohada, para las posaderas, que hiciera más llevadero el contacto acerado de las silletas de metal al sentarse, y en segundo lugar, la imprescindible bolsa de plástico con la banderilla (ahora la llamarían baguette) de pan crujiente y untada con quesitos, a ser posible de El caserío y con salchichón, a ser posible Rolfho. Y de postre, un plátano.
Ahora que solo nos leen: trastada que tu familia nunca supo que hiciste.
La verdad es que era un niño muy bueno, aunque algo travieso, como casi todos los niños. Recuerdo que una tarde calurosa, en una cala mallorquina, una playita apartada llamada Platja Port des Canonge, le escondimos la ropa a un grupo de amigas que estaban bañándose. No nos vieron y las tuvimos en bikini hasta las ocho de la tarde. Debido a que una de ellas era la hija del médico del pueblo, nos riñeron el cura, el alcalde y el director del instituto. Mi familia no se enteró porque el profe del colegio nos puso deberes extra. Tuvimos que hacer 200 oraciones y analizarlas sintácticamente en el cuaderno. Al final puedo decir que aprendí a diferenciar una oración compuesta y lo que es el complemento directo.
¿Qué te prohibían hacer por imperativo familiar?
Bueno, lo que nos prohibían en mi caso fundamentalmente, era ir a nadar a la hora de la siesta para evitar el corte de digestión. Ahora posteriormente, como estudiante y como médico, y atendiendo a la fisiopatología del corte de digestión, hoy lo llamamos hidrocución. Es una parada de los centros respiratorios y cardíacos, y se evita refrescándose la nuca, los brazos y la espalda al entrar al agua fría para poder, por así decirlo, ir preparando el sistema nervioso vegetativo.
Tu mejor recuerdo…
Como estudiábamos fuera, era cuando podíamos estar todos juntos. Las cenas en familia, donde estábamos mi hermano Eduardo —actualmente cirujano pediátrico en Almería—, mi padre, mi madre Ascensión, mi abuela Encarnación, de los cuales ya faltan dos: mi abuela y mi padre, que falleció con 59 años. A mi abuela la llamábamos <<la madre>>. Después de comer, lo mejor eran <<las horas>>. Salíamos a la terraza y, esas “horas” en las que hablábamos largo y tendido de la vida, del día a día, es lo que más echo de menos.
Nombre de ese amor de verano al que nunca olvidarás.
Lo recuerdo perfectamente. Era morena, alta, tenía unos ojos negros brillantes y prometedores. Cuando andaba...caminaba, parecía una diosa griega, y me gustaba la dulce femineidad que desprendía cada uno de sus movimientos. Era italiana, de Verona, y se llamaba Fiorella. No volví a verla, pero aún le tengo cariño a su recuerdo.
¿Terminaste alguna vez el cuaderno de repaso para vacaciones?
En la escuela graduada mixta de Santa María del Camí teníamos un profesor, D Miquel Bennasar Arbós, ya fallecido, que nos hacía rellenar unos interminables cuadernos de repaso, como los llamábamos, llamados Hago y aprendo. Todavía me acuerdo de la cantidad de tardes rellenándolo con buena letra. Ahora, gracias a ello, y siempre le estaré eternamente agradecido, aún me sale de carrerilla que <<Gonzalo de Berceo fue el primer autor de lengua castellana cuya historia nos es conocida>>.
D. José un día antes de tomar vacaciones
Volvamos al verano actual: ¿Aperitivo y bebida preferidos?
Sin dudarlo, la gamba roja de Garrucha con una cerveza helada, si es posible Estrella de Levante.
¿Algún libro en el equipaje para estas vacaciones?
Estoy releyendo uno y otro que es nuevo para mí. La relectura es de El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, y lo estoy haciendo este verano. La primera vez lo pude leer en Cartagena de Indias y me encantó. Lo llamativo es que, estando allí, no me leí nada de García Márquez. Lo que estoy leyendo actualmente, y me lleva bastante tiempo, es un libro de Stephen Hawking titulado A Breef History Of Time, Una breve historia del tiempo, obra que pienso que en esta época de pandemia y cortoplacismo, me puede ayudar a poner cada cosa en el lugar que le corresponde.
¿En qué se diferencia el verano de tu infancia al actual, salvando la covid?
Dicen que la infancia es la época más feliz de todas y en cierto sentido estoy de acuerdo, en parte. Antes no tenía responsabilidades. Mis preocupaciones eran estudiar, entrenar en el equipo de basket, practicar karate o mirar qué película iba a ver en el cine de verano. Hoy tengo una familia estupenda que es lo que más me motiva y sigo disfrutando con lo que de verdad me importa: aprender, dialogar, escuchar y, sobre todo, aprovechar hasta el último segundo con las pequeñas cosas, que para mí son las importantes. Este aprendizaje impagable se lo debo a mis padres. Luego, a través de los pensadores clásicos, que me enseñaron que tempus fugit.
16 de Agosto, 2021
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