Josefina Muñoz Sabater es una mujer valiente, elegante y siempre con una sonrisa en su rostro. Sólo con compartir unos minutos con ella sientes que desprende una luz y energía especial propia de una heroína de su nivel.
Un octubre de hace 4 años Fina, como le gusta que la llamen, entraba asustada en un quirófano para que le extirparan un tumor maligno en su mama derecha. Miedo, angustia, nervios, incertidumbre… Unas sensaciones que los pacientes oncológicos aprenden a gestionar de una forma admirable desde que le dan esa ‘mala noticia’ que les cambia la vida.
Tras superar con éxito sus revisiones en estos años, ahora una inmensa gratitud se apodera de ella y vive disfrutando con música y bailes, con esperanza y con ganas de comenzar una nueva etapa llena de pasión, energía y vida. Una actitud que desprende por cada poro de su piel y que contagia a todo aquel que disfruta de su compañía, aunque sea solo unos instantes.
Fina es una mujer anónima, no está en la vida pública ni es famosa, y quiere contarnos hoy en Murcia Noticias cómo se vive el cáncer de mama en primera persona, para dar voz a esta enfermedad, donde solo en Murcia se diagnosticaron en 2020 unos 7.712 nuevos casos, según los datos del Observatorio del Cáncer de la AECC.
- En este día 19 de octubre, queremos que nos cuentes cómo comenzó todo, cómo descubriste que tenías cáncer de mama.
Lo recordaré toda mi vida, era un domingo de septiembre, y al salir de la ducha, cuando estaba poniéndome crema corporal, encontré en mi pecho derecho un morado, una mancha extraña que antes no estaba ahí. Recuerdo el miedo que pasé solo de verla, sin saber qué era.
Pensé que me había dado un golpe, quizás al mover una de las cajas de la carnicería en la que trabajaba, pero en el fondo sabía que no era eso. Llamé a mi hija Pilar y se lo mostré, no me atrevía ni a tocar la zona de la mancha en cuestión. Fue ella la que lo tocó y me dijo que la zona estaba dura y rígida, no era un bulto como tal, pero que estaba ‘rara’ y no tenía buena pinta.
Ese mismo día teníamos comida familiar, y le pedí a Pilar que no dijera nada, no quería alarmar. Pero todos vieron mi rostro, preguntaron ‘¿qué pasa?’ y mientras lloraba, lo conté. A partir de ahí comenzaron las visitas a los médicos y hospitales.
- ¿Cuál es el primer paso que hay que dar tras la detección de irregularidades en la mama?
Lo primero que hice fue pedir cita al médico de familia y paralelamente me acerqué a mi ginecólogo particular para pedirle una primera impresión. Sus palabras fueron: “Fina, esto no es bueno, hay que empezar de inmediato con pruebas”.
A los dos días el médico de familia tenía la misma impresión y me mandó de forma urgente al hospital Morales Meseguer de Murcia para empezar con todo: ecografías, mamografías, una biopsia para extraer tejido y analizarlo, etc. Pero el diagnóstico era claro, teníamos que quitarlo cuanto antes.
Tras esto, por primera vez acudí a un oncólogo, a mi oncóloga. No puedo estar más agradecida de todo el equipo médico que me tocó, son unos grandes profesionales, muy comprensivos y con una actitud maravillosa. Al saber que el equipo médico estaba formado casi en su totalidad por mujeres me dio una tranquilidad infinita, no sé porqué, pero al ver que me iban a tratar mujeres pensé que me entenderían mejor.
Mi oncóloga estudió todas las pruebas e informes y dijo que teníamos que extirparlo cuanto antes, para que no afectara a los ganglios que tenemos en esta zona y que no se extendiera por todo el cuerpo. Recuerdo esa conversación con ella, donde indicaba los pasos a seguir de este proceso, y de cómo la chica de prácticas que estaba con ella en la consulta lloraba.
Cuando me dijo que era cáncer, lo único que quería era ver la naturaleza, ir a ver el cielo azul, los árboles,... estar en contacto con la tierra. Ahí empezó mi proceso de curación.
- Llegó el momento de la operación.
Sí, recuerdo perfectamente que fue un 14 de octubre, después del Día del Pilar. Estaba nerviosa, tenía miedo, pensaba que no me iba a despertar después de la operación, fue una sensación de angustia terrible.
Estaba mi familia en la habitación, acompañándome. Vino el celador y me llevó en la camilla hacia el ascensor, cada uno de mis hijos me cogía cada mano, José una y Pilar la otra. En el momento en el que el enfermero dijo ‘aquí ya no pueden pasar acompañantes’ se me heló la sangre, y empecé a sentir el miedo en su máxima expresión.
Una vez sola, accedí al quirófano, unas salas frías e impersonales, no sé cómo no pueden hacer quirófanos más amables, más humanos. Y en ese momento antes de dormirme, mi último pensamiento fue ‘Señor ayúdame’.
Desperté en lo que para mí fueron 5 minutos, me dijeron que todo había ido bien y tras unas horas en reanimación pude volver a ver a mi familia. Por el pasillo, aún bajo los efectos de la anestesia, sólo gritaba al ver a mi familia ‘¡ha sido increíble!’. Ellos reían, yo entraba eufórica en la habitación, pero luego me di cuenta que de verdad que fue increíble, las segundas oportunidades que te brinda la vida tienen que gritarse y celebrarse, porque no suelen ocurrir muy a menudo.
Tuve que quedarme una noche más en el hospital ingresada, y cómo anécdota os contaré algo divertido, no todo son dramas. Me quedé una noche más por los vómitos, estuve mal así después de la operación y todo lo que ingería lo echaba, no me sentaba bien. La doctora vino y nos dijo a mi hijo y a mí que yo no estaba enferma del estómago, que podía comer lo que quisiera, e incluso si me apetecía algo en concreto podían traerlo de la cafetería.
Y a mi lo único que se me ocurrió pedir fue un ‘Belmonte', la doctora se rió a carcajadas, se pensaba que era para ese momento pero yo me refería que era para después, para dentro de unos días cuando estuviera recuperada. Esos momentos de risas los recuerdas en lo más profundo de tu alma, carcajadas en pleno hospital que alegran la obligatoria estancia en él.
- Y luego llegaron los tratamientos …
Sí, tras la operación yo solo pensaba en si me tocaría quimioterapia o no, solo temía por la pérdida de mi pelo.
Mi oncóloga, la doctora Pilar de la Morena, me explicó el resultado de lo que me habían extirpado y me dijo que lo más recomendable era la quimio y la radioterapia. Las dos cosas. Y también me dijo que el tema del pelo era algo complicado de gestionar, pero volvía a crecer. Eso me calmó. Después de todo lo pasado, no era cuestión de aumentar la lista de problemas.
La verdad es que tras la operación, el miedo fue disminuyendo, lo más duro había sido la intervención y esta fase ya la dejaba atrás. Ahora tenía una sensación extraña porque no sabía a qué me enfrentaba en la quimioterapia, esa sensación de incertidumbre, de ver cómo funciona y qué efectos tendría en mi me inquietaba, pero tras la primera sesión, ese miedo se fue. Ni vómitos, ni nada aparatoso, solo un sabor raro y metálico al beber agua, un poco de llagas en la lengua y dolor de huesos. Era un miedo a lo desconocido, pero en realidad, yo ya me encontraba mejor.
Recuerdo que en una de las sesiones de quimioterapia, en el médico de día, me encontré animando a otros pacientes y ayudándoles a los que estaban peor. Poder aportar un poco de alegría a esa sala, me ayudaba y les ayudaba, sacar una sonrisa a la gente que se encontraba más triste o desanimada es uno de los mejores regalos que me he encontrado.
Tras las 4 sesiones de quimio, llegó la radio. 21 sesiones de radioterapia, de lunes a sábado, mi cita diaria de las 8.30h de la mañana. Solo 10 minutos, con un personal médico maravilloso, y volvía a casa, siempre acompañada por alguno de mis hijos.
En las sesiones se me puso el pecho negro, quemado, solo me calmaba con un spray, pero más allá de eso, todo fue de maravilla. Cambié algunas de mis rutinas por orden de los médicos: no usar desodorante con aluminio ni alcohol, dejar de usar sujetador con aros, nutrir mucho la piel,... Tras más de 20 sesiones, volví a la clínica para regalar una caja de bombones a todos los sanitarios tan agradables que me atendieron con un profundo cariño, lo que marca la diferencia, siempre les estaré agradecida por hacer este proceso tan fácil.
- ¿Cuál ha sido tu mayor apoyo? ¿Tu aliciente para levantarte todos los días?
Hay días difíciles y otros mejores, pero siempre hay que mirar hacia adelante. Mis hijos y mi madre han sido vitales para mí, siempre han estado ahí, en todos los momentos duros apoyándome, ayudándome y sosteniéndome. Sin ellos, esto hubiera sido muy complicado, pero gracias a su incondicional apoyo me encuentro bien.
Durante los tratamientos yo me encontraba feliz, me ponía a escuchar música y bailaba, me sentía plena, agradecida, tranquila. Yo me encomendaba a Dios, y así encontraba paz, no era algo en lo que yo pudiera hacer nada más de lo que ya hacía. Sufría al ver a los míos sufrir por mi, pero tras la operación me encontraba fuerte para afrontar los tratamientos, y así fue, por eso empecé a sentirme mejor, y a entender lo que era ser feliz.
Antes de enfermar, no estaba anímicamente como ahora, estaba triste y apática, pero tras la enfermedad se equilibra la balanza, empiezas a pensar en ti, a disfrutar de la vida como nunca y a agradecer todo lo que tienes.
Mi madre también tuvo un cáncer de mama, y unas primas también padecieron, tiene carga genética y puede ser hereditario, pero nunca te imaginas que puede tocarte a ti. He comprobado el amor de toda la gente que me quiere y nunca me he sentido sola. Todo este proceso te deja enseñanzas muy valiosas, es una enfermedad que te enseña a vivir de nuevo.
- ¿Qué es para ti el Día Mundial del Cáncer de Mama?
Para mi es un día muy bonito, porque creo que así se visibiliza lo fuertes y luchadoras que somos. Se transmite, con la celebración de este día, un mensaje de esperanza y optimismo, tanto para las mujeres que lo hemos superado y que nos enfrentamos a las revisiones, como para todas aquellas que aún continúan en la lucha, para que sepan que se puede superar esta enfermedad.
Es un día que muestra la unión de las mujeres. El tener un día dedicado al cáncer de mama ayuda a visibilizar y a que muchas personas sean conscientes de esta enfermedad para que todos nos animemos a ayudar, a colaborar y a exigir que se invierta en la investigación de este tipo de cáncer.
- ¿Qué mensaje te gustaría transmitir a las mujeres que se enfrentan a este cáncer?
Que estén tranquilas, que tenemos un equipo de médicos para esta enfermedad en Murcia que son excelentes y maravillosos, con un trato exquisito al paciente. Te acompañan y comprenden, y gracias a ellos nunca te sientes sola.
Y otro mensaje muy importante: que no dejen de luchar, que sean fuertes, que tengan esperanza y que no tengan miedo, gracias al avance que hay en la investigación y en la medicina todo está más controlado y se puede salir. ¡Mucho ánimo, fuerza y esperanza para todas!