MurciaNoticias, de la mano de Fermín Meseguer Mateos, trae durante el mes de agosto una propuesta refrescante de entrevistas de verano. Profesionales de distintas áreas; murcianos o que pasan sus vacaciones en nuestro litoral, hablarán de sus vacaciones de la infancia y de ahora, tradiciones, lugares de referencia y planes de verano de ayer y de hoy.
Hay una diferencia entre hacer una foto y captar la esencia de las personas a las que haces esa foto. Chema es un profesional de la fotografía con ese don. Cuentan las parejas tras su enlace y los niños a los que en invierno les pone delante de un foco para hacer el calendario familiar para regalar, que el tiempo se detiene cuando él te mira con su objetivo, y que entras en un mundo mágico, donde todo es alegría, sonrisas y ganas de posar, por muy tímido que seas. Luego, al verse en esas instantáneas, se dan cuenta de que fue verdad y no lo soñaron. Este es Chema: ese niño que mientras todos dormían la siesta sacaba su bici y rondaba las calles de La Manga en busca de la libertad que todos anhelamos en vacaciones.
Chema, ¿dónde pasabas tus veranos de infancia?
En La Manga —dice con énfasis—; cuando me hice adolescente dejé de ir, pero toda mi infancia era ir allí los dos meses de julio y agosto. Recuerdo verla como un paraíso cuando era niño. Me tiraba horas por la mañana en el Mar Mayor y por las tardes en el Mar Menor. Lo hacíamos así porque por la mañana el Mar Mayor era más refrescante, más activo, más enérgico. Y ya por la tarde, como el Mar Menor tiene la puesta de sol tan bonita, era más relajante estar ahí a esas horas. Además era un baño más tranquilo. Intenté cambiar el orden, pero no me acostumbraba. Esa era mi rutina. Me da mucha pena que ahora el Mar Menor esté así. Cuando veo noticias de cómo está en estos momentos, me entristece. Al menos he podido disfrutar de ver a los caballitos de mar o pescar peces con botellas para luego soltarlos. Ver vida en esa playa, ese era mi verano. No viajaba a ningún lado. Una prima de mi padre tenía allí un apartamento y junto con sus hijos pasábamos allí las vacaciones.
Comida o alimento estival que recuerdas con más nostalgia.
El gazpacho, sin duda. El de toda la vida. Mi madre es sevillana y, como buena sevillana, presume de hacer unos gazpachos muy buenos. En el apartamento de Lo Mónaco, que era minúsculo, tenía una cocina triangular, también pequeña, y recuerdo verla con la batidora preparándolo con un punto de vinagre y ajo que era, digamos, su toque personal, y un poquito de pan. Recuerdo ese sabor del verano con ese gazpacho andaluz.
Sabor de helado favorito.
El “drácula”, de Frigo, con su sabor a cola y fresa. Ese era otro de mis sabores del verano. Ese y el “frigo pie”. Estaba muy cremosico, pero el “drácula” tenía su punto refrescante. Todos los días caía al menos uno de los dos.
¿A qué jugabas?
“El cinquillo” era uno de los juegos que pilotaba, o El parchís, y con los amigos a lo que más jugaba era a montar en bicicleta. Un verano sin bicicleta no era un verano para mí. Me llevaba la bicicleta a la playa. Un año probé a dejarla allí y se me oxidó. Y ese olor al cuarto donde la guardaba, a humedad de la playa, a neumático y a óxido a la vez, era peculiar. Al abrir la puerta te daba una tufá y era como el pistoletazo de salida para empezar a disfrutar. Además, la solía coger en la hora de la siesta. Mis padres me decían para no darles follón: “cógete la bici y piérdete un rato”. El límite era la propia urbanización, pero siempre me escapaba. La Manga tiene dos direcciones, de punta a punta. Mi gran aventura era llegar al final de ésta, donde hay un puente hecho de obra. Ir en dirección al Cabo de Palos no me llamaba tanto la atención.
Foto: F.M.
¿Qué llevabas o comprabas en el cine de verano?
Aunque tenía el Cine Galán, que estaba más cerca de casa, como solo daban dos películas, el reto era irnos en coche con mis padres al cine Plaza de Toros, en Cabo de Palos, que proyectaba tres películas. Era toda una maratón. Evidentemente, las pipas eran las protagonistas, además del bocadillo de tortilla de patatas que nos llevábamos, junto con el agua y Fantas. Por matizar, las palomitas y los Conguitos eran las otras dos opciones, pero ya en invierno. Como recuerdo negativo, la película que fui a ver de Freddy Krueger, porque después me costó dormir. Parece que al ser cine de verano todo vale, pero luego...
Ahora que solo nos leen: trastada que tu familia nunca supo que hiciste.
Volviendo al tema de las bicicletas, el cuartico de las bicicletas estaba en uno de los bajos en donde también se aparcaban los coches. Hubo un veraneante de fuera, al que se le ocurrió aparcar su vehículo justo en el cuarto de las bicicletas, sin respetar la salida de éstas. ¿Qué sucedió?, que fui a coger mi bici y tuve que entrar de mala manera, pasar la bici por encima del coche y, con la maniobra, lo arañé, claro; le hice un “tatú murciano”. Supongo que no volvió a dejarlo más en aquel lugar cuando vio el arañazo que le hice con el pedal en un lateral. Nunca le dije nada a mi madre. Entendí que era parte del Karma de esa persona. Otra fue con el Renault 14 de mi madre, que recuerdo que era rojo y que lo retuneó pintándolo de blanco, con tapicería de pelo, de las que pasas calor en verano. Con un primo, que ahora es chófer profesional, probamos el R14 en su versión amortiguación. Le cogimos las llaves a mi madre. Ésta fue una de las gordas que hicimos. Me monté detrás y nos fuimos al puente y recuerdo la sensación de que las ruedas delanteras casi se levantaron. Yo iba flipando.
¿Qué te prohibían hacer por imperativo familiar?
No podías entrar al apartamento sin pasar por la ducha de fuera y quitarte la arena de la playa, si no, había movida. Había que ducharse bien y limpiarse las zapatillas. No podía entrar ni un granico de arena. Además, tenía que respetarse el ratico de la siesta y no bañarse hasta dos horas después de comer.
Chema con su familia durante una actividad acuática este verano"
Tu mejor recuerdo…
Cuando me iba a la playa sin mi madre y con mi novia. Ya era mozo. Me acercaba al apartamento en primavera. Le cogía las llaves sin que se enterase, recién estrenado el carné de conducir. Para mí, la playa en Semana Santa y sobre todo el Mar Menor, tenía un encanto, una luz y una ausencia de gente. Disfrutar de la playa fuera del verano; no en invierno, en esas fechas de primavera, era una época genial. Parecía que la playa era más tuya.
Nombre de ese amor de verano al que nunca olvidarás.
De niño, mi madre tenía una amiga y esa amiga tenía una hija. Mi madre era su madrina y se llama como ella: María José. Desde que tenía 8 o 9 años, nos íbamos a Alicante y ese amor platónico que tienes de niño, era un ideal de mujer. Con los años, ese amor de niño se va enfriando. Era el amor de verano. Recuerdo otra en concreto que se fue a Inglaterra a estudiar y que vivía en Benidorm. Grabé como se marchaba en el autobús para coger el avión. Posteriormente, con la canción del “Dúo Dinámico”, El final del verano, edité un vídeo en el que se veía esa escena. Muy lacrimógeno. Fue el cierre de ese vídeo y el cierre de aquel amor, en el que rompí una etapa de platonismo para enfocarme en encontrar una pareja sin tantos intervalos de tiempo sin vernos.
¿Terminaste alguna vez el cuaderno de repaso para vacaciones?
Vacaciones Santillana. Lo que más me gustaba era la canción del anuncio. En eso sí que era bastante responsable, ¿eh? Me hacía el cuaderno entero. Vuelvo a repetir que todo esto era consecuencia de las siestas. Como no me gustaba hacerla, tenía que aprovechar esos ratos, bien saliendo con la bici a pasar calor, o bien haciendo el cuaderno, y lo apuraba hasta el final. Olía ya a Feria de septiembre de Murcia cuando estaba terminando el Santillana.
"Chema junto a su mujer y sus dos hijos este verano"
Volvamos al verano actual: ¿Aperitivo y bebida preferidos?
Para mí, la cerveza es la bebida del verano. La solemos tomar 0,0 tostada, que está más buena. Y de aperitivo, como somos vegetarianos, generalmente suele ser la tortilla de patatas, que es un recurso muy bueno, los panchitos, patatas fritas o las olivas sin relleno. Este verano hemos probado y nos ha sorprendido una sangría sin alcohol, pero que sabe muchísimo a sangría, que viene en botella grande, muy dulzona. Cuando tomaba alcohol era la sangría típica con vino tinto y casera, y en Asturias, sidra y queso cabrales. Aunque he de decir que no soy mucho de aperitivo. Tiro más de la fruta en el almuerzo. Me gusta tomar melocotón y melón en trocicos.
¿Algún libro en el equipaje para estas vacaciones?
De Napoleón Gil he terminado Piense y hágase rico, que me ha gustado mucho, y estoy leyendo en versión digital, porque me gusta leer de vez en cuando en formato eBook, El poder del ahora. En general, cuando leo, me gusta que sean lecturas de crecimiento personal y económico. Como para mí el año empieza en septiembre, uso la lectura de verano para cargarme las pilas, con contenidos que sean para mí estimulantes, para empezar la nueva temporada con una actitud de prosperidad, de encontrarme a mí mismo, centrado. Todos los libros de autoayuda como El Secreto, me gusta leerlos en verano. Y libros espirituales, que me trasladan a la parte más esencial de mí mismo. Para mí es importante vivir el ahora. Cualquier recuerdo del pasado, que ya no podemos hacer nada, es un lastre, al igual que cualquier ilusión del futuro, que también puede ser otro lastre. Ese “ahora”, junto a la conexión con tu ser más profundo, ahí está para mí la esencia de la vida. Todo lo demás son cosas que la mente genera, para dar lugar a preocupaciones y miedos que al final te bloquean.
¿En qué se diferencia el verano de tu infancia al actual salvando la covid?
Para mí, la diferencia principal es que, siendo niño, los veranos eran eternos y en un solo sitio, en La Manga. Y eran eternos porque estábamos todo el verano allí. Ahora nos vamos de viaje a diferentes sitios: al norte, a Asturias, a otros países a conocer mundo. Los veranos de adulto para mí son diferentes a cuando era un crío. A nivel emocional, ahora es más intenso para mí, porque soy padre y ya no lo vivo a nivel individual, sino que trato de que sea agradable para toda la familia. Busco que disfruten los niños, hacer cosas por ellos, ir a sitios que les gustan… En definitiva, abrirme hacia ellos. Antes era más cerrado, más íntimo.